ARTE AL LIMITE

Por D. Magistro

Dice Chesterton que “La primera utilidad de la buena literatura reside en que impide que un hombre sea puramente moderno…La literatura, clásica y permanente, cumple su mejor misión al recordarnos perpetuamente la vuelta completa de la verdad y al balancear ideas antiguas con ideas a las cuales, por un momento, podemos estar dispuestos a inclinarnos.”

Hace pocos días nos brindaban los periódicos la noticia de un artista italiano llamado Salvatore Garau que vendió una escultura invisible, hecha de vacío, a poco más de dieciocho mil dólares. Mi cólera tronó en el living, junto a la chimenea, y mis hijos inmediatamente se enteraron de la situación. Uno de ellos, que se interesa por la economía y las finanzas, declaró que era un genio. El segundo, más inclinado a la política, proclamó esto que probaba una vez más que la sangre italiana estaba destinada a gobernar el mundo. Mi hija, que está cursando metafísica, concluyó que el precepto “el ser es y la nada no es” había caducado y, con él, casi todo el sistema aristotélico tomista.

La noticia no estaba escrita ni en tono jocoso ni en tono indignado. La noticia invitaba a un debate, y eso fue lo que hice unos días después en la clase de lógica con algunos de mis alumnos. La novedad era provocativa, y qué mejor recurso para comenzar una clase que ese. Pero no había llegado a la mitad del copete cuando uno de mis alumnos de catorce años, un inteligente imberbe impertinente gritó: “¡El rey está desnudo!”. Claro que contaba con la chestertoneana ventaja de haber leído el cuento en la versión de Andersen unos días antes.

Uno podría preguntarse si Salvatore Garau leyó esa historia en cualquiera de sus muchas versiones. Yo pienso que sí, y creo que tuvo la picardía de imitar a los tejedores que también se hicieron unos buenos pesos a costa del rey y sus cortesanos preocupados por parecer inteligentes y preparados. El que seguro no la conocía es el comprador, cuyo nombre, estimo yo que por pudor, no se reveló. O quizá tiene miedo de que le roben la escultura sin que se de cuenta. Tampoco debe haberla leído el periodista, que publicó semejante pavada con solemne seriedad: “He aquí un profundo debate, ¿cuáles son los límites del arte?”. O tal vez sí lo leyó: provoca y vende. ¿Será otra versión del mismo truco?

En mi clase de lógica el debate se saldó pronto. Tomando la definición de belleza dada por Santo Tomás de Aquino, “bello es lo que visto agrada”, descartamos en seguida que la obra fuera bella, pues no había nada para ver. Discutimos un poco más sobre si había algún arte, si Garau había demostrado saber hacer algo. El mismo chico atrevido de 14 años cerró el asunto diciendo: “El chabón es un gran artista, es un maestro en el arte de estafar”.