LA HORA DE ANTIGONA

Por Esteban Rojo

Somos criaturas descorazonadas, tonteando con la bebida, el sexo y la ambición cuando se nos ofrece un gozo infinito, como un niño ignorante que quiere seguir haciendo tortas de barro en un basurero porque no puede imaginar lo que significa la oferta de una vacación en el mar”

(C. S. Lewis “El peso de la gloria”)

  1. Nada nuevo bajo el sol.

Es una tendencia casi natural en los gobernantes, no importa cómo hayan llegado al poder, la de volverse autoritarios y abusar de su imperio. O por lo menos es una fuerte tentación a la que todos se ven sometidos y ante la cual muchos sucumben, cuando no se inclinan levemente. A veces lo hacen para obtener beneficios personales en términos económicos o tácticos, otras para realizar las políticas que consideran correctas. Pero, más allá de las razones, la tendencia existe y está documentada en todas las épocas de la historia y en todas las formas de gobierno. Podríamos decir que es un tema clásico.

Clásica también es la pregunta sobre cómo deben obrar los ciudadanos frente a un gobernante que abusa del poder, especialmente cuando el abuso es frecuente y claramente contrario al bien común. Sófocles trató el tema con profundidad en su obra más famosa, “Antígona”. Allí relata como el nuevo jefe de Tebas, Creonte, prohíbe el entierro del traidor Polinices. Pero su hermana, Antígona, invocando unas leyes superiores a las de los hombres, cumple con los ritos funerarios en un acto que podríamos llamar de “desobediencia civil”. El hijo de Creonte y la opinión pública de la ciudad se oponen a la decisión del gobernante de castigarla con una muerte cruel, pero su voluntad se lleva a cabo con funestas consecuencias.

Creo que podemos aprender unas cuantas cosas de la obra. Por ejemplo, que enfrentar a los tiranos es peligroso: Antígona paga su osadía con la muerte. Que son pocos los que se atreven y que muchos prefieren callar y soportar el yugo antes que arriesgarse, como lo hace el coro. Pero también que morir por la ciudad es hermoso, y que las tiranías no duran para siempre. Que los hombres buenos dicen la verdad y los buenos sacerdotes la profetizan. Y que hace falta la valentía de una Antígona para enfrentar a los poderosos cuando corresponde, que la lucha violenta no es el único camino y que a veces la debilidad es una fortaleza.

  1. ¿Cuándo es lícito resistir a la autoridad?

El tema merece un estudio mucho más profundo que el que podemos hacer en este momento, pero podemos confiar en la síntesis de Carlos Sacheri. El filósofo asesinado por la subversión afirma que, para que un gobierno sea legítimo, debe procurar eficazmente el bien común, debe respetar el orden natural, debe respetar la índole particular de su pueblo, debe merecer el consenso social y debe ser designado y ejercer el poder según la tradición y usos del país. No alcanza con que haya sido elegido de acuerdo a las leyes. Respecto de la resistencia a la autoridad en particular, según el mismo autor, es lícito desobedecer las leyes injustas, es decir las que se apartan del bien común o que desconocen un derecho natural, a lo cual llama resistencia pasiva. También es válida la resistencia pasiva legal, que consiste en usar todos los medios legales previstos para lograr la derogación de las leyes injustas -como los recursos a los jueces para que declaren inconstitucional una ley o las campañas pare reunir firmas, la publicación de solicitadas para movilizar la opinión pública, etcétera.

Un paso mucho más serio sería la resistencia activa de hecho, que “supone el empleo de medios físicos y hasta la fuerza armada (…) el cruce de tractores en las rutas de acceso, las huelgas de entorpecimiento, la cesación de servicios imprescindibles (…) el cercamiento de edificios, etc.”.1 Más para que ello sea lícito deben darse las siguientes condiciones: la situación debe ser muy grave, deben estar agotados los medios legales, deben existir razonables esperanzas de éxito y una razonable certeza de que no se producirán más daños que los que se desean subsanar. Aquí Sacheri incluye la posibilidad del recurso a la violencia armada como legítimo en circunstancias muy graves.

Por su parte, el politólogo norteamericano Jean Sharp, que ha dedicado su vida a estudiar estos temas, en su manual para rebeldes “How Nonviolent Struggle Works2, no se extiende sobre las circunstancias en que sería lícito resistir a la autoridad, pero sí recomienda agotar todas las posibilidades de negociación antes de comenzar una campaña de acción no violenta. También distingue diferentes niveles de resistencia, aunque el énfasis está puesto en la respuesta que cada conjunto de acciones es probable que provoque de parte de las autoridades a las que se resiste.

El libro incluye ciento noventa y ocho métodos de resistencia no-violenta, lista que el autor considera incompleta. Estos métodos se agrupan en tres categorías ascendentes en cuanto a la gravedad y la posibilidad de una respuesta violenta y hasta letal del gobierno. El primer grupo se titula “protesta y persuasión”, el segundo “no-cooperación” y el tercero “intervención no-violenta”. En este caso, no está contemplado el recurso a la fuerza armada, ya que el autor considera que perjudicaría la causa de un modo irremediable pues el grupo reclamante perdería toda credibilidad. No es que la considere ilegítima sino que la descarta por pragmatismo.

  1. Argentina 2021.

En nuestro país la sociedad viene dando muestras de un sano cansancio frente a los abusos de autoridad del actual gobierno. Aunque elegido democráticamente, ha abusado de su poder tanto para obtener beneficios personales -como en el caso del cobarde robo de vacunas conocido como “vacunatorio vip”-, y también para imponer la política que considera correcta -como en el caso de las medidas restrictivas para frenar la pandemia, que vienen destruyendo la economía y el empleo, sumiendo a cada vez más personas en la pobreza y la miseria.

Entre esas medidas abusivas se encuentra la prohibición de circular y de reunirse, y, particularmente, la inicua desescolarización forzada de los niños durante más de un año, con un costo que seguramente pagaremos por décadas, especialmente los más pobres que tienen menos posibilidades de defenderse y recuperar lo perdido. También ha sido un abuso, mansamente aceptado por las autoridades eclesiásticas, la prohibición del culto público. Pero, ciertamente, lo peor de todo es la aprobación, con votos del oficialismo y de la oposición, de la ley que permite que se quite la vida a los seres humanos más vulnerables y más indefensos de todos. Junto con estos desmanes, el gobierno se ha mostrado muy poco eficaz para obtener y administrar la panacea contra la pandemia -las vacunas-, mientras que sí consiguió aprobar la ley del “cupo trans”.

Respecto de la actividad económica, se percibe una cada vez mayor desobediencia que el gobierno viene convalidando desde atrás con decretos que imponen restricciones cada vez más leves para no quedar completamente desautorizado. Donde el gobierno es más tiránico, como en la Formosa de Gildo Insfrán, hay protestas públicas y se encarcela a los manifestantes. También en Rosario los Médicos por la Vida terminaron a las trompadas con la policía en un acto junto al monumento a la bandera.

En cuanto a las limitaciones a la movilidad y las reuniones, salvo en algunos operativos espectaculares que fueron ampliamente televisados y más ampliamente denostados, las fuerzas de seguridad vienen actuando cada vez con mayor displicencia, ya sea por cansancio, falta de compromiso o por una bajada de línea que no se puede dar públicamente. También disminuyó el número de delatores que denuncian a sus vecinos menos subordinados.

El número de familias que abandona el sistema educativo oficial para hacer educación hogareña aumentó notablemente, y las escuelas, donde han contado con el apoyo de las familias y una dirección valiente, se defendieron organizando clases en casas particulares de los alumnos o de los mismos docentes. Paradójicamente, ahora que llegamos a lo más crudo del invierno, las escuelas se abren al calor de la campaña electoral.

En este panorama de resistencia larvada, merece un párrafo aparte la Iglesia Católica. Unos cuantos sacerdotes corajudos continuaron sirviendo a Dios y a su grey, llevando la comunión a los enfermos, realizando misas clandestinas en casas particulares y en templos semicerrados, celebrando el Sacramento del Matrimonio y enterrando a los muertos. Del episcopado mejor no hablar.

Lamentablemente también hay reacciones desafortunadas, que no conducen a nada bueno, como la bomba colocada en el local de “La Cámpora” en Bahía Blanca el 25 de mayo. Si alguno cree que ese es el camino, se equivoca de cabo a rabo. Primero, porque la violencia engendra más violencia; segundo, porque el efecto que generan esos actos es el de legitimar al gobierno; tercero, porque genera muy mala prensa; y cuarto, porque carecen de toda posibilidad contra las fuerzas de seguridad del Estado con la capacidad de control que tiene en este momento. Los pocos que sueñan con un golpe militar, no apoyan los pies en la tierra ni conocen la situación moral e intelectual de las fuerzas armadas. Las reglas de juego actuales son las de una república democrática y ese es el partido que hoy hay que jugar y ganar. La violencia y los golpes pertenecen al campo de los sueños y es signo de pusilanimidad.

  1. El camino de la resistencia no violenta.

La desobediencia, las marchas, las protestas, los reclamos, las publicaciones contrarias a las medidas restrictivas, las clases y las celebraciones religiosas clandestinas, son todas acciones de resistencia no violenta, de una “desobediencia debida” en orden al bien común que el gobierno socava constantemente. Considero que son una muestra de salud social y fuente de esperanza.

Sin embargo, adolecen de organización estratégica por falta de liderazgo. Horacio Rodríguez Larreta, con su atinada jugada de mantener abiertas las escuelas de la ciudad y confrontar con el gobierno nacional, podría haber tomado ese lugar, pero luego se retiró y se entretuvo con las disputas internas de Cambiemos. Puede haber desperdiciado su ticket a la presidencia, lo que tal vez haya sido providencial ya que Rodríguez Larreta no encarna el cambio cultural que necesitamos.

No aparece un grupo de hombres con determinación que piense, proponga y dirija un movimiento de resistencia colectivo, sino que se trata de una acumulación de manifestaciones de individuos y pequeñas sociedades intermedias. Son todas buenas noticias, pero sin organicidad, sin dirección.

Si las cosas siguen como hasta ahora, con la economía en deterioro -aunque el aumento de los precios de la soja traiga alivio-, la inflación impresionante y la anomia en aumento, es probable que estas acciones sirvan simplemente como descarga del descontento social y que se produzca un cambio de signo en el gobierno -volveremos al macrismo- o por lo menos un muy mal resultado electoral para el Frente de Todos a fin de año.

Así las cosas, tal vez sea esta la oportunidad para que se inicie una campaña de resistencia no violenta frente al gobierno. Existen muchas causas que podrían tomarse como bandera, pero lo mejor sería elegir unas pocas que se encuentren cerca del corazón de la guerra cultural en que nos encontramos. Por de pronto propongo cuatro: 1°) luchar por la libertad educativa; 2°) luchar para que se elimine el adoctrinamiento sexual y las estúpidas políticas de género; 3°) luchar para que baje la presión fiscal; y 4°) luchar para que se de libertad a los comercios. Las primeras dos son de largo aliento, haría falta un trabajo de preparación importante y tienen la ventaja de confrontar tanto al kirchnerismo como al macrismo, pero las dos últimas son reclamos que encontrarán fuerte apoyo en gran parte del arco social inmediatamente, y seguramente puedan obtenerse algunas victorias cuando amaine la pandemia o en caso de volver el macrismo al poder.

  1. Antígona”, no “Creonte”

Si bien la obra lleva como título el nombre de la atrevida joven, en realidad el protagonista de la tragedia es Creonte quien pasa de la felicidad a la infelicidad por su soberbia. Dudo que jamás padre alguno haya bautizado “Creonte” a su hijo, mientras que es seguro que muchas niñas han recibido el nombre de “Antígona”. Algo hay en el corazón del hombre que lo lleva a admirar esta rebelión en nombre del sentido común, del amor fraterno y de las leyes divinas contra una tiranía absurda, torpe e inmoral. Sófocles presintió que el tirano terminaría ensombrecido y la doncella se quedaría con la gloria.

Lamentablemente muchos argentinos son criaturas descorazonadas, que se conforman con volver al macrismo con sus modos más elegantes y su mayor respeto a las libertades formales, mientras se sigue educando generación tras generación de siervos del estado omnipotente, embebidos de la dictadura del relativismo y la cultura de la muerte. Pero tal vez… tal vez ha llegado la hora de Antígona.

1 Saccheri, Carlos A; “El orden natural”; Vórtice, Buenos Aires, 2008; p. 224.

2 Publicado por The Albert Einstein Institute que fundó el propio autor. Se encuentra versión en castellano online en https://www.aeinstein.org/wp-content/uploads/2013/10/La-Lucha-Politica-Nonviolenta.pdf