UNA CRITICA CONSTRUCTIVA A LA POLITICA ECONOMICA DE MILEI

La crítica situación socio-económica de la Argentina no tiene como principal responsable al Presidente de la Nación, aunque así lo griten a los cuatro vientos kirchneristas, progresistas, nacionalistas de corte estatista y la totalidad de la izquierda. Tampoco nos encontramos de nuevo, aunque Milei parezca repetirlo, en un momento como aquel de “estamos mal pero vamos bien” de Menem. Podríamos decir: “estamos mal pero tenemos los conocimientos y herramientas para rectificar y comenzar a estar bien”. Algunos problemas son señalados por economistas liberales opositores a Milei (Cachachosky, Maslatón, Rodriguez, etc.), tal vez exagerados pero que en esto tienen razón: el déficit fiscal y la inflación no son el mal principal. El mal principal es el gasto público innecesario e ineficiente, de lo cual el déficit fiscal y la inflación son síntomas, no causa. Es verdad que, sobre todo en las últimas semanas, Milei ha encarado con más energía la reducción del gasto público, pero está claro que hace falta “más motosierra y menos licuadora”. Por supuesto que no es una meta fácil y menos cuando el Presidente de la Nación no puede bajar el gasto público de modo directo en el Congreso, el Poder Judicial, las Provincias y los Municipios. Se trata, por cierto de una responsabilidad compartida y un sector de la “oposición dialoguista” no está ayudando mucho. Menos aún los gobernadores de la proto-separatista “región” de las Provincias del Sur (Patagonia Argentina). De los K, cierto peronismo ortodoxo, algunos nacionalistas de corte populista y la izquierda, poco se puede decir: si no están fomentando un golpe civil y una rebelión destituyente, lo que hacen se les parece bastante. Desde aquí seguiremos, al menos por el momento, con nuestro apoyo crítico, aunque siempre desde nuestra desconfianza absoluta por la democracia moderna, la partidocracia y las ideologías políticas de la Modernidad. Pero el gobierno debe dar señales más claras en el sentido que el ajuste lo pagará principalmente “la casta” y sus socios, no la clase media. Y reconocer los errores que cometió, por ej. respecto del aumento de las pre-pagas. Además debe quitar los privilegios no sólo a la casta política sino también y de modo principal a sus socios. ¿Qué socios? El Círculo Rojo y empresarios de características similares (Elztain, Galperín, Miguens Bemberg, Braun, Migoya, Bulgheroni, Rocca, Braun, Eurnekian, Grobocopatel, etc.), un sector dentro de los sindicalistas (Barrionuevo, Moyano, Baradel) y los dirigentes de organismos de DD.HH, Movimientos Sociales, Piqueteros, etc. Además e indirectamente Milei debe presionar para que se termine con la casta judicial, la de los legisladores, la de las provincias y la de los municipios. De lo contrario, el apoyo del que aún goza en gran parte de la población se irá erosionando. Y eso, además de constituir un nuevo y más grave descrédito para un sano capitalismo (fagocitado una vez más por el “crony capitalism” nacional e internacional), sólo redundará en una reacción socialdemócrata (Rodríguez Larreta, Vidal, Carrió, Pichetto), populista (Moreno, Biondini, Cúneo) o en una alianza K-Izquierda “fogoneada” por el Grupo de Puebla. Y con 40 años de democracia ya sabemos cómo terminan esos experimentos. Hay vínculos no muy difíciles de reconocer entre la casta política, empresarial, sindical, mediática, judicial, partidocrática, piquetera, la sedicentemente eclesiástica, y los de todos estos sectores con la oligarquía financiera internacional, la que fomenta la Agenda 2030 que el gobierno de Milei ha denunciado más de una vez. Es verdad que no se puede atacar a todos a la vez y que el mismo Milei tiene vínculos personales de los cuales deberá desprenderse en algún momento, si quiere realmente tener la independencia necesaria para sacar al país adelante. Basta pensar en personajes como Caputo, Macri o Espert. Y afianzar su alianza con los sectores conservadores, representados por la Vicepresidente Dra. Victoria Villarruel y funcionarios y legisladores como Francisco Sánchez, Carlos Torrendell, Pablo de la Torre, Mario Russo, Nicolás Mayoraz, etc. Se juega allí no sólo el éxito de su plan de reformas sino el apoyo de la clase media virtuosa, esa que lo votó y cuyo apoyo debe conservar, primero por justicia y en segundo lugar para no perder su propio capital político. Pensando en ejemplo de políticos liberales como los que él admira, deberá elegir entre ser Mitre o Alsina, Sarmiento o Avellaneda, Carlos Tejedor o Julio Argentino Roca. No le pedimos que sea un Rosas, pues eso iría más allá de su propio horizonte de pre-comprensión y de sus convicciones. Pero sí que obre como un paleo-libertario o un liberal-conservador patriota y coherente. Como Alsina, Avellaneda o Roca. Le recomendamos, para esto último, que lea al último Alberdi. El de las “Cartas Quillotanas”, “Grandes y pequeños hombres del Plata”, “El crimen de la Guerra” y “Peregrinación de Luz del Día”, entre otros

Fernando Romero Moreno